Esta pesadilla determinista empezó a desmontarse a partir de la segunda mitad del siglo XIX, según fueron avanzando las ciencias. Se empezaron a descubrir sistemas físicos y fenómenos que no encajaban en este modelo físico. Fueron las primeras realidades complejas a las que se enfrentó la ciencia. Hagamos un breve repaso de ellas.
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a) La biología y la Evolución.
La idea de evolución incluye en si misma la necesidad de que los procesos naturales permitan la novedad. De hecho, sin esta posibilidad la evolución no sería posible. Tanto el surgimiento de la vida a partir de lo inorgánico, como su posterior diversificación en diferentes especies implica que el movimiento de las partículas de la realidad acaba produciendo estructuras y fenómenos no reducibles a sus partes.
Eso significa que, como mínimo, hay algunas realidades que no son previsibles. ¿Crees que el demonio de Laplace fue capaz de prever la forma de las gotas del rocio sobre los pétalos de esta flor?
Curiosamente lo ganó demostrando la imposibilidad humana de predecir las órbitas de determinados cuerpos. Cuando trató de predecir las órbitas de tres esferas que se atraían entre si, se enfrentó a un sistema físico que carecía de solución. Este problema se denomina el de "las tres esferas" e inaugura el grupo de lo que ahora se llaman sistemas complejos o caóticos. La parte de la matemática que estudia estos sistemas se denomina teoría del caos.
c) La meteorología y el "Efecto Mariposa".
Un sistema complejo o caótico es un sistema que se describe como "altamente sensible a las variaciones en el estado inicial". Esta afirmación tan extraña se comprende mejor si conocemos en qué consiste y cómo se descubrió el "efecto mariposa".
Edward Lorenz acuñó este término para referirse a un suceso fortuito que sucedió en los esfuerzos de la meteorología para la previsión del tiempo.
En una ocasión, cuando el computador repitió el modelo de previsión del tiempo partiendo de los mismos datos iniciales del primer intento, el resultado que ofreció era completamente distinto. Lorenz se percató que la diferencia en las previsiones eran debidas a una pequeña diferencia en los datos introducidos: la primera vez contaban con 6 decimales y en la segunda solo con 4. La conclusión era que una pequeña diferencia de 0,000001 en los datos iniciales (el aleteo no previsto de una mariposa en Brasil), provocaba grandes cambios en las previsiones finales (un huracán en Texas).
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